As Lent draws to a close this Sunday, we prepare to enter the most sacred days of the liturgical year. We relive Jesus’ arrest, trial, crucifixion, and glorious resurrection. We walk this path in unity with the Roman Catholic Church and Christians around the world. For all who recognize Jesus as the fullness of God’s promise revealed, this journey is more than remembrance—it is a call to live the Good News day by day.
The command to love one another as Christ has loved us is both beautiful and deeply challenging. Some will embrace it with open hearts; others may find it a struggle. But discipleship is not about perfection—it is about persistence. The Paschal Mystery—the life, death, and resurrection of Jesus—is not something we grasp all at once. It is a journey of the heart and soul, unfolding over a lifetime.
Even when we fail to love or forgive, that failure need not define us. True faith is not undermined by difficulty.
Al concluir la Cuaresma este domingo, nos preparamos para entrar en los días más sagrados del año litúrgico. Revivimos el arresto, el juicio, la crucifixión y la gloriosa resurrección de Jesús. Recorremos este camino en unidad con la Iglesia Católica Romana y los cristianos de todo el mundo. Para todos los que reconocen a Jesús como la plenitud de la promesa revelada de Dios, este camino es más que un recuerdo: es un llamado a vivir la Buena Nueva día a día.
El mandato de amarnos unos a otros como Cristo nos amó es hermoso y profundamente desafiante. Algunos lo acogerán con el corazón abierto; a otros les resultará difícil. Pero el discipulado no se trata de perfección, sino de perseverancia. El Misterio Pascual —la vida, muerte y resurrección de Jesús— no es algo que comprendamos de golpe. Es una jornada del corazón y del alma, que se desarrolla a lo largo de toda la vida.
Incluso cuando no logramos amar ni perdonar, ese fracaso no tiene por qué definirnos. La verdadera fe no se ve socavada por las dificultades.